Tesis sobre la muerte

Facundo Milman
3 min readAug 12, 2021

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“El discurso y la escritura funeraria no siguen a la muerte; trabajan sobre la vida en lo que llamamos autobiografía. Y tiene lugar entre la ficción y la verdad”.

Jacques Derrida, Memorias para Paul de Man (1998).

I. La muerte no es el fin de la vida ni la despedida. Muerte es el nombre del diálogo abierto al infinito. Un diálogo abierto hacia lo que no se puede evocar. El fin de la materialidad es únicamente la escisión del espíritu.

II. La muerte de nuestros seres queridos, de nuestra familia, de nuestros conocidos, de nuestros amigos y de nuestras lecturas nos pone delante de un abismo. Este abismo es el lenguaje que se sabe finito. La rúbrica del problema está entre caminar como ciegos o caer en las oscuridades, esa es la verdad de la humanidad.

III. La muerte puede significar tropezar y caernos sobre la tumba o tambalear para tomar impulso. El otro nombre de la muerte es la finalización de la materialidad del cuerpo. Narciso se miró tanto que tropezó, cayó y se suicidó. Así como Kafka encontró belleza en el saberse fracasado, Narciso halló belleza en su suicidio. La pregunta que lanzamos hacia la muerte no es ¿qué pasará con nosotros?, es ¿qué pasará con nuestros afectos, nuestros lazos, nuestros tejidos?

IV. No es la fragilidad de los cuerpos lo que nos convoca, es la fragilidad del espíritu o, en síntesis, la fragilidad del ser humano. ¿Cuántas muertes puede soporte un espíritu mundano? ¿Cuánto dolor es capaz de resistir? En el transcurso de una pandemia nos topamos con miles de muertes y la tecnificación del número de decesos, pero ¿cuál es el límite del dolor de la calamidad?

Sigmund Freud.

V. Solo nos queda la angustia. El trabajo de duelo habitual se extinguió porque se retiró de la vida social pública para tomar nuevos modos, pero el silencio como la calladura persisten. El silencio, la no mención a la Nada, es la forma de evocar a lo infinito. En cambio, la calladura nos limita atándonos a la materialidad de este mundo. Entonces cuando se pierde el hogar, también se pierde el resguardo y nos abrimos a la posibilidad del silencio o la calladura. Por lo tanto, nos encontramos desalojados del arropamiento porque, en lo fundamental, un hogar es un espacio donde estamos arropados por otro(s).

VI. El Cantar de los Cantares dice “más fuerte que la muerte es el amor”. La vida se regenera a través de los agujeros por donde se filtra el deseo, el amor, el Eros. Entonces para no caerse ni caminar como ciego sobre el abismo y poder seguir transitando en medio de ambos es necesario el amor. La forma última de atravesar el trabajo de duelo es con el amor. Sigmund Freud declara en una entrevista: “La muerte es la compañera del amor. Juntos, dirigen el mundo”. Así como tenemos las dos pulsiones, también tenemos el amor y la muerte. Una no es sin la otra, es decir, ambas son necesarias. La Caída -o el pecado original- representa esto: el amor y la muerte son compañeras eternas, pero también lo discordante que pueda significar.

VII. Dos son los hechos que mencionamos aquí: angustia y duelo. La angustia es el precio por estar vivo y el trabajo del duelo nos da la certeza que estamos vivos. No hay dos sin tres. El tercer hecho somos nosotros: los mortales. Ambos elementos son el testimonio de nuestra errancia en este plano de la materialidad, es decir, angustia y duelo son necesarios para hablar sobre nuestro tránsito por esta vida. Si bien la existencia es una tragedia y la vida es un infierno, no podemos entregar la memoria de los muertos -de todos ellos- al olvido. Hay que reafirmarse sobre la vida, sobre nuestra vida, para seguirlos a ellos y no por ellos; hay que seguir dando testimonio de nuestras vidas; hay que seguir escribiendo porque esta es la responsabilidad que nos atañe como humanidad: dar testimonio, grabar y escribir. Esta es nuestra tarea: hablar sobre la calamidad que nos acontece, el gran cataclismo.

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Facundo Milman

Actúa de tal manera que los ángeles tengan algo que hacer. (Walter Benjamin).